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Reflexión para el XVII Domingo de tiempo Ordinario. ¿DÓNDE ESTÁS, SEÑOR? Que me dicen que, hace un tiempo, te sembraron en mi corazón…y no te encuentro. Que pregonan que, en el cielo te hayas, y cuando levanto la vista no te alcanzo. Me repiten que, en los destrozos del mundo, es donde especialmente sales a su lado, y… no llego a percibir tu presencia. ¡Dónde estás, Señor! ¿Qué tengo que vender para poder comprarte? ¿Qué tengo que dejar para poder conseguirte? ¿Qué parte de mis bienes he de regalar para que, Tú, seas la definitiva riqueza y valor a mi vida?

Enviado por Unknown el domingo, 27 de julio de 2014 | 8:58 a.m.


¿DÓNDE ESTÁS, SEÑOR?
Que me dicen que, hace un tiempo,
te sembraron en mi corazón…y no te encuentro.
Que pregonan que, en el cielo te hayas,
y cuando levanto la vista no te alcanzo.
Me repiten que, en los destrozos del mundo,
es donde especialmente sales a su lado,
y… no llego a percibir tu presencia.
¡Dónde estás, Señor!
¿Qué tengo que vender para poder comprarte?
¿Qué tengo que dejar para poder conseguirte?
¿Qué parte de mis bienes he de regalar
para que, Tú, seas la definitiva riqueza y valor a mi vida?

¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
Mis ojos no te ven porque andan distraídos.
Porque prefieren verse seducidos
por el gran capital que el mundo oferta.
Mis manos disfrutan mucho más
cuando acarician los lingotes del oro del bienestar,
de lo que cuenta y vale en la sociedad,
del prestigio o del dinero,
del buen nombre y buena vida…sin mínimo esfuerzo.

¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
¡Demasiado bien sé dónde se encuentra tu tesoro!
En el silencio, que tanto hiere porque tanto me dice:
  -En la humildad, donde la pequeñez tanto me asusta.
  -En la sinceridad, que me convierte en diana de tantos dardos.
Ayúdame, oh Cristo, a no perder el campo de tu tesoro:
  -La fe que es llave para poder amarte y descubrirte.
  -El amor que es bono seguro que cotiza en el cielo.
  -Mi perfección, para no convertirme en algo vulgar y solitario.


¡NO ME CONTESTES, SEÑOR!
Soy yo, quien hoy más que nunca,
necesito buscarte por mí mismo
y ponerte en el lugar que te corresponde:
¡EN EL CENTRO DE MI TODO!
Amén



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