San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores,
quien, con la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a
las gentes de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús,
perseverando infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto
para las almas, hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo,
en Italia. (1444)
Etimológicamente: Bernardino = Aquel que es como un fuerte oso, es de
origen germánico.
Taquigrafiados con un método que inventó un discípulo suyo, los sermones
populares de San Bernardino de Siena han llegado hasta nosotros con toda la
naturaleza y el estilo rápido y colorido con que los pronunciaba en las diversas
plazas italianas. Al releerlos hoy, se descubre en ellos la actualidad de los
temas, entre los más recurrentes el de la caridad, la unidad, la armonía y la
justicia. Atacaba la avaricia de los nuevos ricos, comerciantes, banqueros,
usureros, negociantes: “Sé muy bien que los bienes que tú tienes no son tuyos;
Dios los ha dado al mundo para provecho del hombre: no son del hombre, no, sino
para las necesidades del hombre”.
Dirigía palabras durísimas a los que “renegaban de Dios por una cabeza
de ajo”, y a “las fieras de largas uñas que roen los huesos del pobre”. “Si tú
tienes muchos bienes y no tienes necesidad de ellos, y no los regalas y mueres,
vas a parar a una casa muy caliente”.
Aun después de su muerte, acaecida en la ciudad de Aquila, en 1444, San
Bernardino continuó su obra de pacificación. En efecto, había llegado a esa
ciudad casi moribundo y no pudo predicar los sermones que se había propuesto.
Como las luchas seguían entre los bandos, su cuerpo comenzó dentro del cajón a
echar sangre a borbotones, y el chorro de sangre cesó solamente cuando los
ciudadanos de Aquila pactaron la paz. En acción de gracias decretaron la
construcción de un magnífico monumento sepulcral, llevado a cabo después por
Silvestre de Santiago.
San Bernardino fue canonizado en 1450, es decir, a los seis años de su
muerte, y había nacido en 1380 en Massa Marittima, de una noble familia de
Siena. Como quedó huérfano de ambos padres, siendo todavía muy niño, lo criaron
dos tías. Estudió en Siena hasta los 22 años, San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores,
quien, con la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a
las gentes de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús,
perseverando infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto
para las almas, hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo,
en Italia. (1444)
Etimológicamente: Bernardino = Aquel que es como un fuerte oso, es de
origen germánico.
Taquigrafiados con un método que inventó un discípulo suyo, los sermones
populares de San Bernardino de Siena han llegado hasta nosotros con toda la
naturaleza y el estilo rápido y colorido con que los pronunciaba en las
diversas plazas italianas. Al releerlos hoy, se descubre en ellos la actualidad
de los temas, entre los más recurrentes el de la caridad, la unidad, la armonía
y la justicia. Atacaba la avaricia de los nuevos ricos, comerciantes,
banqueros, usureros, negociantes: “Sé muy bien que los bienes que tú tienes no
son tuyos; Dios los ha dado al mundo para provecho del hombre: no son del
hombre, no, sino para las necesidades del hombre”.
Dirigía palabras durísimas a los que “renegaban de Dios por una cabeza
de ajo”, y a “las fieras de largas uñas que roen los huesos del pobre”. “Si tú
tienes muchos bienes y no tienes necesidad de ellos, y no los regalas y mueres,
vas a parar a una casa muy caliente”.
Aun después de su muerte, acaecida en la ciudad de Aquila, en 1444, San
Bernardino continuó su obra de pacificación. En efecto, había llegado a esa
ciudad casi moribundo y no pudo predicar los sermones que se había propuesto.
Como las luchas seguían entre los bandos, su cuerpo comenzó dentro del cajón a
echar sangre a borbotones, y el chorro de sangre cesó solamente cuando los
ciudadanos de Aquila pactaron la paz. En acción de gracias decretaron la
construcción de un magnífico monumento sepulcral, llevado a cabo después por
Silvestre de Santiago.
San Bernardino fue canonizado en 1450, es decir, a los seis años de su
muerte, y había nacido en 1380 en Massa Marittima, de una noble familia de
Siena. Como quedó huérfano de ambos padres, siendo todavía muy niño, lo criaron
dos tías. Estudió en Siena hasta los 22 años, y después abandonó la vida
mundana para vestir el hábito franciscano. Dentro de la Orden fue uno de los
principales propulsores de la reforma de los franciscanos observantes. Difundió
la devoción al santísimo nombre de Jesús, y en unas tablitas de madera hizo
grabar el monograma “JHS” que le hacía besar al público al final de sus
sermones. y después abandonó la vida mundana para vestir el hábito franciscano.
Dentro de la Orden fue uno de los principales propulsores de la reforma de los
franciscanos observantes. Difundió la devoción al santísimo nombre de Jesús, y
en unas tablitas de madera hizo grabar el monograma “JHS” que le hacía besar al
público al final de sus sermones.
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