Memoria de San Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la
labor de salvar a los jóvenes del maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el
cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las
obras de caridad, y resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez
evangélica y su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente de
Dios (1595).
Etimológicamente: Felipe = Aquel que es amigo de los caballos, es
de origen griego.
El hombre busca la felicidad, pero nada de este mundo puede
dársela. La felicidad es el fruto sobrenatural de la presencia de Dios en el
alma. Es la felicidad de los santos. Ellos la viven en las más adversas
circunstancias y nada ni nadie se las puede quitar. San Felipe Neri ilustra
admirablemente la felicidad de la santidad. Dispuesto a todo por Cristo, logró
maravillas en su vida y la gloria del cielo.
Nació en Florencia, Italia, en 1515, uno de cuatro hijos del
notario Francesco y Lucretia Neri. Muy pronto perdieron a su madre pero la
segunda esposa de su padre fue para ellos una verdadera madre.
Desde pequeño Felipe era afable, obediente y amante de la oración.
En su juventud le gustaba visitar a los padres dominicos del Monasterio de San
Marco y según su propio testimonio estos padres le inspiraron a la virtud.
San Felipe fue canonizado en 1622
El cuerpo incorrupto de San Felipe está en la iglesia de Santa
María en Vallicella, bajo un hermoso mosaico de su visión de la Virgen María de
1594.
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